Destilerías “fantasma”: cerradas por décadas guardan el whisky que hoy enloquece a los fanáticos

En sus depósitos se encuentran unos pocos barriles de destilados que al llegar a los remates alcanzan precios exhorbitantes

El esperado remate de whiskies de lujo que llevará adelante el 14 de junio la casa de subastas londinense Sotheby´s tiene como estrellas del evento a dos barricas que se estima se venderán una a 700.000 libras y la otra a 1.200.000 (en dólares, 880.000 y 1.500.000, respectivamente). La razón del interés por estos destilados escoceses es que provienen de destilerías apodadas “fantasma”: tras cerrar sus puertas a principios de los 80, conservaron en sus depósitos barricas de whisky que hoy son la figurita difícil que atrae a fanáticos y coleccionistas.

En la actualidad, el single malt escocés se cuenta dentro de las bebidas más caras y más exclusivas del mundo de las espirituosas. Pero a comienzos de los 80, una tormenta perfecta en la que se combinaron factores como la crisis económica, el auge global del vodka y la preferencia del consumidor de whisky por los blends, llevó a que un puñado de destilerías históricas -algunas incluso centenarias- cerrarán sus puertas.

Las dos barricas de whisky de las destilerías Port Ellen y Brora que saldrán a remate en Sotheby´s

Abandonadas, víctimas de la falta de interés por los single malt, algunas de estas destilerías conservaron en sus depósitos barricas de whisky que nadie reclamó… hasta ahora. Los casos de Brora y Port Ellen son un fiel exponente del regreso con gloria de las maltas: ambas destilerías escocesas dejaron de operar en 1983 y hoy, adquiridas por el gigante de las bebidas Diageo, comienzan a elaborar whiskies que verán la luz dentro de unos años.

Y mientras tanto, ahí están las barricas que durmieron cuatro décadas, o incluso más, y que hoy salen a la venta en las más reputadas casas de remate. ¿Un ejemplo? En 2019, una sola botella de un single malt de Brora con 40 años de añejamiento se remató en Sotheby´s al precio récord de 54.450 libras (68.500 dólares)

“La resurrección de estas destilerías es un signo de la confianza de la industria en el futuro de los single malts”
– The Financial Times

“Brora y Port Ellen son conocidas como “ghost distilleries” o destilerías fantasma, porque técnicamente dejaron de producir nuevos whiskies en 1983, pero las barricas que tenían quedaron añejándose, lo que las hace extremadamente raras, escasas y caras”, explica Julián Menéndez, gerente de comunicación de Diageo. “Hoy sus whiskies se convirtieron en ítems de colección altamente deseados y buscados por coleccionistas del mundo”, agrega.

Regreso con gloria

Destilería Port Ellen, fundada en 1825 en ese puerto ubicado en la costa oeste de la isla de Islay, en Escocia

El remate del 14 de junio en Sotheby´s incluirá varios lotes de exclusivos whiskies japoneses, junto con otros de destacadas destilerías escocesas como Lagavulin, Ardbeg, Bowmore, Laphroaig, Glenfiddich, The Dalmore y The Macallan (incluidas ediciones enbotelladas en cristal Lalique), que en conjunto pueden considerarse el state of art del whisky de lujo actual. Sin embargo, las estrellas de la velada son los barriles de las destilerías fantasma que suman esa patina de rareza y escasez que alimenta la puja por llevarse a casa estos pedazos de historia.

Tanto Brora como Port Ellen son nombres con dos siglos de historia. Brora fue construida en 1819 por el Marqués de Stratford y llevó el nombre de Clynelish hasta 1968 en que otra destilería tomó ese nombre. Entre 1969 y 1973 sus whiskies tuvieron mucha relevancia, ya que una sequía redujo la producción en la región de Islay y Brora, establecida en las Highlands, ocupó un rol destacado en aportar a los blends el componente con cáracter de turba característico de Islay. Luego retornó al perfil de whisky menos turbosos de las Highlands.

Actual vista de la destilería Brora, tras su reinaguración en 2021 luego de tres años de restauración

Cerradas sus puertas en 1983, Brora volvió a la vida el año pasado, gracias a un plan de inversión de 35 millones de libras que incluye la restauración de Port Ellen, y tras tres años de trabajo de restauración se logró reconstruir “piedra por piedra” el edificio victoriano. Pero ahora Brora es una destilería “neutra en carbono”: hoy sus hornos son de biomasa alimentados por chips de madera del norte de Escocia, lo que la convierte en un ejemplo de sustentabilidad dentro de la industria de los destilados.

Port Ellen, por su parte, fue construida por Ker Macaky en 1825 en ese puerto de la isla de Islay; a través de los siglos pasó por distintas manos, hasta que cerró definitivamente sus puertas en 1983. Los planes de su apertura sostienen que volverá a operar en 2023. Como destacó el periódico The Financial Times, “la resurrección de estas destilerías es un signo de la confianza de la industria en el futuro de los single malts, un sector que por mucho tiempo ha representado solo el 10% en volumen de un mercado de whiskies liderado por los blends, pero que ahora muestra el crecimiento más dinámico”.

“Whisky Loch”, el tesoro oculto de Escocia

Las destilerías fantasma -o silenciosas, como también se las apoda- son protagonistas indiscutibles del fenómeno del nuevo auge de los single malt. Fueron el objeto de culto de un nuevo consumidor de whisky que surgió a comienzos de este milenio y que, cansado de las grandes marcas y también de los blends, se lanzó a la búsqueda de rarezas, de bebidas con la que diferenciarse de la manada. Y ahí estaba, esperándolo, el llamado “Whisky Loch”.

Brora 40-Year-Old, una de las tantas ediciones especiales que surgieron del Whisky Loch; en este caso, de whisky puesto a añejar en 1978

“Lago de whisky” es el nombre con que se apodó al exceso de esta espirituosa que, en medio de la crisis de comienzos de los 80, quedó varado en los depósitos de las destilerías que dejaron de operar. A principios a cuentagotas y luego más masivamente, comenzaron a embotellarse y salir a la venta las existencias de destilerías como Brora, Port Ellen y otras como Rosebank (cerrada en 1993, hoy también en camino de regreso), con precios inicialmente menores a 100 libras la botella, y luego mucho mayores.

En la segunda década de este siglo, a medida que el Whisky Loch comenzó a “secarse”, los whiskies de las destilerías fantasma pasaron de ser objetos de culto a protagonistas del mercado de lujo, haciéndose un lugar en las casas de remate. El gran mundo del whisky incluso les echó el ojo: “hay una línea de Johnnie Walker Blue Label, llamada Ghost & Rare, que mezcla Port Ellen con el blend de Blue”, cuenta Julián Mendéndez, de Diageo.

Reacondicionamiento de los alambiques de la destilería Rosebank, apodada “el rey de las tierras bajas” (Lowlands)

El rescate de Brora y Port Ellen por parte de Diageo, o el de Rosebank en manos de Ian MacLeod Distillers, va más allá del rescate emotivo. Pues en todos estos años en los que sus alambiques estuvieron fuera de funcionamiento los consumidores de whisky revalorizaron las particularidades de estos single malt, que no son otra cosa que la expresión particular del terroir en los que están asentadas estas destilerías.

Islay, Highland, Lowland, Speyside… hoy el whisky fan sabe qué esperar de cada una de estas regiones. Y las destilerías “fantasma” son su objeto más preciado.

Fuente: lanacion.com.ar