El tequila figura como una de las bebidas más importantes en la cultura y en la identidad mexicana.
El tequila es uno de los elementos que ha brindado identidad nacional a las y los mexicanos, pues se trata de uno de los tantos productos que son únicos y originarios del país. Aunque hoy en día existen muchas personas que disfrutan consentir su paladar con esta bebida, es muy común que no conozcan la historia de su nacimiento.
Los orígenes formales de este elixir se remontan al siglo XVI, cuando los españoles empezaron a destilar la fermentación del líquido del agave que previamente habían descubierto los grupos prehispánicos. Sin embargo, antes de que el país europeo pisara el territorio, distintas culturas le daban diversos usos al agave azul.
Desde la época precolombina el cerro de Tequila en Jalisco ha sido el hogar perfecto para la siembra del Agave tequilana Weber variedad azul. Durante mucho tiempo fue trabajado por las civilizaciones del lugar, aunque en un principio sólo se extraían elementos del ejemplar para hacer herramientas de la vida cotidiana.
La Procuraduría Federal del Consumidor (PROFECO) indica que se usaban elementos como la “pulpa para la manufactura de códices y ofrendas, servía como combustible y madera para la construcción; sus pencas y hojas secas como tejas para techumbres y como carburante; las espinas como agujas para flechas e instrumentos de sacrificio y su piel y sus fluidos como bálsamo medicinal”.
Además, se le daba un variado uso gastronómico, su aguamiel era un tipo de azúcar, de vinagre y aceite. De acuerdo con escritos del fraile español Bernardino de Sahagún, con él preparaban un tipo de dulce al que denominaban mexcalli.
Por otra parte, de acuerdo con la Secretaría de Cultura, la tradición ancestral explica que el nacimiento del tequila se dio por un rayo que cayó sobre un sembradío de agaves, el fuerte impacto causó un incendio que originó un vapor con un olor particular. La situación provocó que “de la planta comenzara a salir una líquido de sabor dulce“.
Fue precisamente ese líquido el que al poco tiempo se aprendió a fermentar y se descubrió que tenía poderes relajantes y estimulantes. La misma fuente detalla que el proceso se lograba gracias al “tatemado, que se realizaba depositando las piñas de agave en pozos u hornos cónicos construidos con piedra volcánica, calentados previamente con leña”.
En el Códice Florentino se muestra cómo se utilizaba la penca para obtener su fibra y formar hilos, pero una vez que se descubrieron las propiedades alcohólicas del agave, “la bebida sólo estaba permitida para los sacerdotes”. Luego los españoles trajeron un nuevo proceso de destilación que dio como resultado el líquido que se conoce actualmente. En un principio lo llamaron “vino de mezcal de la región de Tequila”.
Poco a poco se fue perfeccionando el procedimiento y fue llevado a España, donde causó gran revuelo entre las clases altas, pues sólo ellos podían acceder al producto recién importado. El éxito del tequila causó que la Corona española comenzará a invertir en infraestructura para que la Nueva España (México) siguiera produciéndolo.
Actualmente lo único que se utiliza para su fabricación es la piña del agave. Primero se debe sembrar y tienen que pasar de 5 a 10 años para que se encuentre maduro para cosecharse. Expertos en el arte de preparar tequila afirman que “la piña debe sangrar (es decir, debe salir ) una especie de savia roja con sabor azucarado, lo que quiere decir que el agave está listo para ser usado”.
La PROFECO señala que la industria tequilera mexicana es una gran generadora de divisas y da empleo a un gran número de personas. Entre los países que más adquieren este brebaje destacan “Estados Unidos, Alemania, España, Francia, Letonia, Canadá, Japón, Reino Unido, Sudáfrica, Francia y Singapur. Sin embargo, la mayor parte de lo que se vende al extranjero (82%) tiene como destino a EUA”.