La fortaleza en bolsa de los distribuidores de alcohol duro es reflejo de profundas transformaciones sociales que se han agudizado durante la pandemia
Durante los primeros meses de la crisis del coronavirus, cuando los inversores se aferraban a la solidez y el potencial de gigantes tecnológicos como Amazon o se afanaban por descubrir a los vencedores de la nueva economía pospandémica, con Zoom como claro exponente, una compañía de licores logró posicionarse como una de las apuestas predilectas en los mercados internacionales.
El grupo chino Kweichow Moutai, productor de baiju (una especie de aguardiente típico del país) protagonizó entre marzo de 2020 y el pasado febrero una escalada superior al 160% que le llevó a rebasar los 400.000 millones de euros de valoración, situándose como la empresa más valiosa de la bolsa china y la duodécima a nivel mundial. Desde entonces, una serie de preocupaciones regulatorias, aunadas con ciertos recelos sobre sus valoraciones, han llevado a Kweichow Moutai a perder en torno al 20% de su valor. Pero sus logros sobre el parqué —en 22 meses acumula un retorno del 90%— aún pueden esgrimirse como uno de los reflejos más significativos de una realidad mucho más extensa: el triunfo de las bebidas espirituosas frente a la cerveza desde el estallido de la pandemia.
En términos generales, y tras el ‘shock’ inicial, el consumo de bebidas alcohólicas ha salido reforzado por las dinámicas generadas por la crisis del coronavirus. Aunque las restricciones a la afluencia a bares y restaurantes han representado un lastre persistente a escala global para uno de sus canales esenciales de venta, buena parte de ese consumo perdido se ha compensado por un llamativo impulso de las compras para el hogar.
Un reciente estudio de la Escuela Jacobs de Ciencias Médicas y Biomédicas de la Universidad de Buffalo (Nueva York) detectaba que entre los meses de marzo y junio, las ventas de bebidas alcohólicas al por menor aumentaron un 11% en los 14 estados estadounidenses que habían sido analizados. Ese impulso inicial ha tenido continuidad en el tiempo a escala global, de modo que los volúmenes de venta de muchas de las grandes empresas del sector ya rondan niveles previos a la crisis.
Además, las limitaciones a otras muchas de las opciones principales de gasto en ocio y entretenimiento —como, por ejemplo, los viajes— han favorecido una mayor disposición entre los consumidores a destinar presupuestos más elevados a la adquisición de bebidas alcohólicas. Esto se ha traducido en una mayor demanda de marcas premium, que conllevan mayores márgenes para los fabricantes.
“El sector de bebidas alcohólicas superó las expectativas durante la pandemia porque los precios de venta premium y la fuerte demanda fuera de los establecimientos comerciales han compensado las débiles ventas en los establecimientos, particularmente en América del Norte”, señalaba un informe sobre el sector de la agencia de calificación S&P, publicado el pasado mes de mayo. Y estas dinámicas han seguido vigentes a lo largo de 2021, impulsadas por el todavía errático camino hacia la normalización de las actividades.
Diageo y Pernod Ricard se valoran en bolsa un 50% por encima de las grandes cerveceras
Tras este panorama alentador para el sector se esconden, no obstante, realidades muy diversas para los distintos tipos de bebidas alcohólicas y, con ello, para los distintos grupos de distribución de estos productos. “Ha habido una divergencia en el desempeño dentro del sector de bebidas, con las empresas de bebidas espirituosas superando con creces a las marcas de cerveza”, corroboran los analistas de Barclays en un informe reciente.
La bolsa no deja lugar a dudas de cómo los grupos especializados en bebidas alcohólicas fuertes han ganado la partida a sus rivales cerveceros. Desde el 19 de febrero de 2020, cuando la pandemia del coronavirus comenzó a sacudir con fuerza los mercados occidentales, y hasta hoy, Diageo, el comercializador de la ginebra Tanqueray, el vodka Smirnoff o el whisky JB, ha ofrecido a sus inversores unos retornos totales (medidos en euros) por encima del 30%. Pernod Ricard, que cuenta entre sus marcas más reconocidas con Beefeater, Jameson o Absolut, presenta un rendimiento muy similar. Y por encima de ellas se destaca Remy Cointreau, fabricante del licor Cointreau o el coñac Remy Martin, que ha duplicado sus valoraciones en estos 22 meses.
Frente a esos números, la hoja de rendimientos de los principales grupos cerveceros europeos resulta mucho menos satisfactoria. El fabricante danés Carslberg es el único que mantiene números positivos, con un rendimiento en el periodo (también convertido a euros) en torno al 12%. Sus rivales Heineken y Anheuser-Busch InBev arrojan pérdidas del 5 y el 20,5%, respectivamente.
Una evolución tan dispar se explica, precisamente, por los dos factores que han marcado el consumo de alcohol desde el estallido de la crisis vírica. Por un lado, la venta de cerveza tiene una mayor dependencia de bares y restaurantes, donde se ha concentrado el mayor impacto. Según datos de Euromonitor referidos al año 2019, un 37,5% del consumo global de cerveza se produjo en este tipo de establecimientos, frente a solo un 25,3% en el caso del vino o un 23,4% en las bebidas espirituosas. “El consumo de cerveza se produce en los establecimientos a tasas más altas que las bebidas espirituosas, por lo que menos visitas al pub tienen un mayor impacto en los volúmenes de ventas perdidos”, observan en S&P.
A esto se añade que son los grupos de alcohol duro los que más partido han sacado de la tendencia hacia la ‘premiumización’ del consumo. Lejos de las marcas previamente citadas, son los productos más exclusivos como los tequilas Casamingos y Don Julio (Diageo), el cognac Louis XIII (Remy Cointreau) o el whisky Method & Madness y la ginebra Monkey 47 (Pernod Ricard) los que han liderado el crecimiento rentable de los distribuidores de bebidas espirituosas. Con el impulso de estas marcas, de precios más elevados, los tres grupos citados presentan unos márgenes sobre beneficios que se sitúan entre el 15 y 22%. En el caso de los grupos cerveceros esta variable apenas supera el 10%.
En un mercado fundamental como el de Estados Unidos, la tendencia hacia precios de venta más elevados viene añadiendo anualmente un 7% adicional de valor al negocio de las bebidas espirituosas, según estimaciones de S&P. “Esperamos que la premiumización siga beneficiando al sector de las bebidas espirituosas porque muchas de estas categorías siguen estando infrapenetradas fuera de sus respectivos mercados nacionales”, observan en la agencia de calificación.
Esta tendencia no es ajena al sector cervecero, que también ha tratado de dar un impulso a sus cifras con productos más exclusivos y adentrándose en el segmento de las ‘hard seltzer’ (bebidas carbonatadas de contenido alcohólico bajo), que ha tenido una buena acogida en Estados Unidos. Sin embargo, el impacto de estos movimientos en las cifras totales sigue siendo muy limitado.
Los grupos cerveceros son más sensibles a las presiones inflacionarias
Todo esto tiene, obviamente, una enorme influencia en la manera en la que los inversores miran a estas compañías. Mientras el perfil de crecimiento y los márgenes de Carlsberg o Anheuser-Busch se valoran hoy a uno niveles de PER (relación entre precio de la acción y beneficios estimados) ligeramente por encima de las 20 veces, los múltiplos de Diageo o Pernod Ricard rondan las 30 veces y los de Remy Cointreau sobrepasan las 50 veces, guarismos más propios de firmas del sector de lujo que del de bebidas.
La expectativa de que la cerveza pudiera doblar el pulso a corto plazo a las bebidas espirituosas con el retorno de la normalidad poscovid ha recibido un duro mazazo en las últimas semanas, con el surgimiento de una nueva ola —en medio de las preocupaciones generadas por la aparición de la variante ómicron—, que ya se ha traducido en crecientes restricciones en numerosos países, creando un escenario propicio para que se prolonguen las tendencias de los últimos trimestres.
A esto se suma una dificultad añadida para los grupos cerveceros, en forma de unas presiones inflacionarias a las que son mucho más sensibles. “Consideramos que las bebidas espirituosas están en una mejor posición para lidiar con esto, dados los márgenes brutos más altos (rango del 60% frente a la cerveza en 40-50%), un fuerte potencial de precios debido a la fortaleza de la marca y una escala de precios más amplia, y una menor exposición a materias primas clave como aluminio y cebada”, apuntan a este respecto en Barclays.
Tendencia de largo alcance
Con todo, es posible pensar que una normalización del consumo en el hogar y un alivio de las presiones inflacionarias podrían crear un entorno idóneo para que las cerveceras cierren la brecha abierta por los vendedores de alcohol duro. Así lo consideran los expertos del banco británico: “Si el consumo fuera del comercio se normalizara, esperaríamos que las empresas de bebidas espirituosas se vieran más afectadas, dado que han sido las mayores beneficiarias de las tendencias hacia la ‘premiumización’ de los bloqueos“.
Conviene tener presente, sin embargo, que lo ocurrido con el consumo de alcohol durante la pandemia más que un giro radical ha sido una aceleración de tendencias que se venían detectando en el mercado desde hace años. Con Estados Unidos a la vanguardia, las bebidas espirituosas y el vino llevan años arañando cuota de mercado a la cerveza (entre uno y dos puntos porcentuales al año en el último lustro, según datos de Euromonitor).
“Las tendencias a largo plazo de la demanda en la industria se han acelerado durante la pandemia y es poco probable que se reviertan“, observan los analistas de la agencia Fitch en un informe publicado este jueves. Entre esas tendencias citan “una mayor penetración de las bebidas espirituosas en lugar de cerveza y vino en relación con la ‘premiumización’, con marcas superpremium que incluyen variantes añejas; un cambio de los momentos para beber desde altas horas de la noche en los bares hacia ocasiones más relacionadas con la comida y en casa en los mercados desarrollados; compras ‘online’ de alcohol y crecimiento en cervezas y licores con bajo o sin alcohol”.
La posibilidad de que estas dinámicas se perpetúen en el futuro viene respaldada por una reciente encuesta de Deutsche Bank en la que se refuerza la visión de que el auge de los alcoholes fuertes puede explicarse a partir de factores demográficos. Según esta, el consumo de alcohol es más elevado en la franja de edad entre 18 y 34 años, a partir de la cual va perdiendo peso a favor de otro tipo de bebidas alcohólicas. “Como resultado, la dinámica de crecimiento de la población es más favorable para las bebidas espirituosas que para la cerveza”, apuntan.
Los datos que presenta el banco alemán muestran que entre 2015 y 2019 el negocio de la cerveza creció a tasas del 3,1%, un ritmo que esperan que se mantenga más o menos estable hasta 2030. Por su parte, auguran que las bebidas espirituosas acelerarán su crecimiento desde el 4,7% entre 2015 y 2019, al 5,2% entre 2022 y 2025 y al 5,6% entre 2025 y 2030, lo que permitía a este segmento rebasar el valor del negocio de la cerveza hacia 2030.
Para la cerveza y sus fabricantes, la pandemia puede que sea la última de sus preocupaciones. Son cuestiones de más difícil solución a corto plazo, como el envejecimiento de la población, la creciente preocupación de los jóvenes por el bienestar físico o los cambios en los patrones de consumo de bebidas alcohólicos los que amenazan con amargarles sus próximos tragos.